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    Tres golpes de llamador

    Texto: Juan Félix Ropero Montesinos

                    Tres golpes de llamador, el sonido del espar­to, el crujir de la madera, el rezo conventual de la música de capilla, la voz de mando escueta pero firme del capataz, el costalero anónimo de negro “Nazareno de costal y faja”, que de forma discreta pide agua.

                     El rezo de tu pueblo entre labios, sin utilizarla voz, sólo su mirada que apenas puede des­pegarla de ti. De tu rostro sereno, tranquilo, sobre una paz de lirios; el andar del nazare­no, el chasquido de sus cirios, el vaivén del incensario, el lamento de la saeta, el niño que pregunta que señala y tira un besito; la caída de tus cuatro zancos... Todo eso sobre una nube de incienso blanco perfumado, tu entorno de eucaristía de Jueves Santo.

                    Posiblemente sea un instante, unos minutos ,que apenas será recordado en las tertulias posteriormente. Pero tu paso por las calles de La Puebla, siempre deja ese regusto de Semana Santa pura y antigua al que lo vive, en cualquier calle o esquina, porque tu andar es uniforme, sin sobresaltos... simple­mente andar.

                 Es un pequeño resumen, de lo que cualquier persona puede sentir a tu paso Señor. Lo que he vivido yo durante diecinueve años, doce de ellos bajo tu paso, disfrutando de ese entorno tuyo, al que creo señor de la Vera-Cruz que ni le sobra, ni le falta nada.

    Privilegio de los discípulos.
    Volviéndose a los discípulos, les dijo aparte: 
     

    “¡ DICHOSOS LOS OJOS QUE VEN LO QUE VEIS!.PORQUE OS DIGO QUE MUCHOS PROFETAS Y REYES QUISIERON VER LOS QUE VOSOTROS VEIS, PERO NO LO VIERON, Y OÍR LO QUE VOSOTROS OÍS, PERO NO LO OYERON”

    Lucas 10 (23-24)