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    CRUZ DE VERA-CRUZ

    Texto: Manuel Gómez Moreno

     

                         Faltan cinco minutos para que se abra el viejo portalón de la iglesia del convento y comience con la austeridad acostumbrada el desfile penitencial de mi hermandad de Vera-Cruz.

     

                 Como siempre, tomo mi cruz para empren­der un nuevo camino nazareno y espero en el dintel mismo de salida a que terminen los últimos cinco minutos de la cuenta atrás que empezó un buen día en los albores de la cuaresma con los preparativos de nuestros cultos; la limpieza interminable de la candelería, los respiraderos, las jarras, varales y todo lo que conlleva la ornamentación propia de un paso de palio.

     

                  Que lejos me parece ahora aquellas noches de olor a cera en el maremagnun que con­vertíamos la sala de juntas escuchando el llamador mientras realizábamos nuestro trabajo de priostes. Terminábamos pasada la media noche y al salir a la plazoleta nos recibían los primeros azahares que brota­ban de los naranjos mientras contábamos los días que faltaban para la Semana Santa o más bien para el Viernes de Dolores que era el día que dejábamos terminada nuestra tarea que luego recobrábamos el Lunes de Pascua hasta llegar el verano en una labor impagable guiada solo por la devoción a nuestros titulares.

     

                     Hoy me dispongo como siempre a empren­der mi camino nazareno lejos ya de la priostía y de la junta en un cambio genera­cional lógico y consentido para dar paso al surgir de nuevas ideas y proyectos de la juventud cofrade que necesitan estímulo para llevar a cabo sus ideas, ya que la obs­tinación y la perpetuidad de muchos de nosotros origina que gente válida y con ganas se cansen de esperar y terminen por irse.

     

                    Se acaban los últimos cinco minutos y se abre como siempre ante mí la plazoleta en su amalgama de luz y color en esta noche sin igual del Jueves Santo donde la parasce­veilumina el manto terciopelo del cielo. “Toma tu cruz y sígueme” reza la inscripción de mi cruz de guía, como siempre la vuelvo a levantar sobre la Puebla que espera y emprendo un año más, “gracias CRISTO”, un nuevo cami­no nazareno.

           

      REVISTA; EL ESTANDARTE Nº 10  La Puebla de Cazalla   2004